martes, 24 de julio de 2012

PREGUNTANDO SE VA A ROMA.


Maravillosa y eterna Roma. Concentrada en historia y extensísima en espacio.

Acordamos salir del hotel en coche y dejarlo en un parking de las afueras. A partir de ahí visitarla puntualmente en metro o en autobús y fundamentalmente palparla, admirarla y patearla paso a paso. No fue fácil llegar a ese acuerdo, porque  mi Juan vive en perpetua simbiosis con su coche y su GPS. Accedió y nos tragó la tierra hasta llegar al corazón de Roma y nos desparramamos por sus arterias, mapa en una mano y cámara en la otra.

Cayó la noche y borrachos de placer arquitectónico e histórico y extasiados después de una romántica cena  familiar con nuestros dos hijos adolescentes, en un encantador lugar como es el Trastévere, nos sobresaltó la alarma; había que regresar en metro y este cierra a las 11 horas.

Juan, maldijo no poder tener a mano el coche, pero sin remedio tuvimos que decir pies para que os quiero. Dicho y hecho, la carrera a lo largo de todo el Circus Maximus fue olímpica y llegamos a tiempo a coger el último metro de la noche. Por fín llegamos a nuestra parada “Cornelia”, nos vomitó de sus entrañas y …¿dónde estábamos? La noche había transformado con su negro manto el panorama de la típica avenida de las afueras de una gran ciudad, sin habernos dado cuenta siquiera que habíamos salido por otra de las tantas bocas de Cornelia.

Doloridos mis pies y cansada, empezaba a sentir unos espantosos celos de la señorita que guiaba a Juan desde su GPS a la que se estaba añorando lastimeramente delante de mi mapa y poniendo en duda mi brújula interna. Y sufría, padecía por ver los ojos asustados de mi hija y a sus labios decir ¿nos hemos perdido?
Era tal el cóctel de emociones que me sentía como Alicia en el país de las Maravillas, queriendo encontrar al gato de Cheshire y preguntarle “¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?”, aunque recordaba la respuesta, “eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar” y parecía que oía la conclusión “siempre llegarás a alguna parte si caminas lo suficiente”.

Pues bien, me encaminé a buscar a ese gato de amplia sonrisa que me guiara en mi búsqueda. Evitaría encontrar a ese Nerón que incendió Roma o a la Reina Roja que cortaba cabezas. Solo encontré encantadores ciudadanos romanos que me dieron multitud de pistas hasta dar con la definitiva que nos llevó al sitio que queríamos llegar. Afortunadamente el español y el italiano tienen mucha afinidad.

Comprobado, “preguntando se va a Roma” y confiando en tu sagacidad e iniciativa también.



Os deseo unas felices y aventureras vacaciones, lejos o aquí al lado. Disfrutad del tiempo libre, respirad hondo y a la vuelta esperemos encontrar el norte a esta situación tan difícil que nos ha tocado vivir.

Besos encontrados.


lunes, 2 de julio de 2012

RUEDA QUE IRÁS MUY LEJOS

Rueda que irás muy lejos.
Ala que irás muy alto.
Torre del día, niño.
Alboreal del pájaro.

Niño: ala, rueda, torre.
Pie. Pluma. Espuma. Rayo.
Ser como nunca ser.
Nunca serás tanto.



Eres mañana. Ven
con todo de la mano.
Eres mi ser que vuelve
hacia su ser más claro.
El universo eres
que guía esperanzado.

Pasión del movimiento,
la tierra es tu caballo.
Cabálgala. Domínala.
Y brotará en su casco
su piel de vida y muerte,
de sombra y luz, piafando.
Asciende. Rueda. Vuela,
creador de alba y mayo.
Galopa. Ven. Y colma
el fondo de mis brazos.

Poema de Miguel Hernández del cancionero y romancero de ausencias.

Ese anhelo me permito hacerlo mío, lo adopto cada mañana al levantar los cuerpos y los ánimos.
Rodad hijos, rodad, hacia la meta que os marquéis por inalcanzable que os parezca ser. Para uno más que para el otro, pero me convierto en el arriero que estira y azuza a ese caballo, noble y potente, aunque él no se lo crea, y la tartana con sudor y lágrimas se mueve y la satisfacción nos vuelve a alimentar las ansias de tirar.
El Sol te extenúa, el esfuerzo te ha agotado, tu brújula no orienta tus riendas y decenas de voces te dicen que no has llegado a la altura de la tercera loma. Todo es cuestión de un poco más de tiempo y tu eres capaz de seguir al paso, dando cancha a tu resistencia, maleada a través de encajar golpes y envites. Recuerda, cuando llegues a lo alto de la loma, piafa, galopa y colma el fondo de mis brazos.

Besos de aliento.  ¿Quién me los podrá dar a mí?, si parece que no los necesito.