domingo, 17 de junio de 2012

UN RETO

Hoy, me convierto en un eslabón de una creativa cadena gracias a la invitación de una activísima bloguera, Débora del blog "A latidos". Nos conocemos hace poco tiempo, pero los lazos de amistad en la red nos ha "enredado" compartiendo muchos valores. Para seguir lanzando cintas de amistad el reto consiste en:

  • Elegir una frase que me guste, me inspire y signifique algo para mi.
  • Publicarla en el blog acompañada de una foto, una historia, una anécdota o simplemente esa frase sin más.
  • Una vez escogida la frase tengo que pasar el reto a cinco personas de los cinco blogs elegidos.

Lanzo esas cintas para que os motiven a escoger la frase que queráis compartir con nosotros/as a:


Desconozco si sois partidarios/as de seguir las cadenas y nos conocemos desde hace poquito tiempo,  por ello no hay compromiso alguno.

Mi frase que encabeza esta historia es de Einstein.

La vida es como montar en bicicleta, si no quieres perder el equilibrio no puedes parar. 

Esta frase encabeza mi perfil porque entiendo que una vez has venido a la vida ya no puedes parar de aprender.



Una historia os voy a contar de una amazona aventurera que no sabía montar. Ese reto quiso superar para cabalgar junto a sus hermanas y amigas de su clan.
Ese afán le dominaba al contemplar las verdes y grisáceas praderas que tristemente habían quedado reducidas y amuralladas por una fagocitaria civilización, pero que todavía eran capaces de provocar su irremediable instinto del dominio del espacio en toda su extensión.
La hechicera de la tribu le fue a preparar una sarta de sortilegios y encantamientos que sabiamente aplicó con su báculo de ternura y paciencia infinita.
Las precisas palabras que pronunciaba se introducían convertidas en espirales arremolinadas que se iban encauzando por los laberintos de sus orejas y alcanzaban certeramente su entendimiento. La amazona asentía, tenía el alma en vilo, preparada para ejecutar los requeridos movimientos. Su pie apretaba el apoyo de su montura y su mano acariciaba las guías de la dirección sin el menor titubeo, dispuesta a comenzar su andadura.
Mientras, la hechicera posaba su mano debajo de la pequeña nuca de su pupila, asiendo su cuello, le infería la confianza suficiente para sentir el movimiento de su cuerpo, buscando el equilibrio con su montura, descubriendo cada acción y reacción contrapuestas. Este baile se repetía una y otra vez, aprendiendo a resolver el juego sin ayuda, a predecir movimientos y a responder sin sobresaltos. Cuando por fín, callaron las palabras, solo oía el viento; desapareció la confiada mano, sola se enfrentaba a su experiencia.

La profética caída tenía que suceder irremediablemente, estaba escrita a perpetuidad en este rito de iniciación y era la única parte que lograba alojar la firme decisión de proseguir con la aventura. Si este evento fallaba el sortilegio desaparecía, la clave se encontraba en caerse para volver a levantarse.

La decidida voluntad hizo desvelar el mágico momento final. La mirada en el horizonte, la dirección fijada en perfecta combinación con el equilibrio, dos seres compenetrados convirtiéndose en uno solo, la fuerza y el esfuerzo traducidos en movimiento, la velocidad conquistando el espacio, el placer de surcar el camino. La satisfacción de haber recorrido el trayecto del aprendizaje que le ha dejado marcada una huella imborrable.

Con este apoteósico final, el rostro de la hechicera era pura poesía, su trabajo había concluido por hoy.
Decidida a conseguir un “verano azul” para la pandilla de la tribu, tienta la curiosidad, preparando una nueva montura, esta vez destinada a un niño. Elegida de color azul, cuadro con barra horizontal, ruedas todo-terreno, atractiva como la miel a las mosca, capaz de despertar el sueño de aprender a montarla.

De nuevo preparada a orquestar el sortilegio del aprendizaje.



Besos equilibrados.

lunes, 4 de junio de 2012

MI TORRE

Imagen tomada de internet
De pie frente a mi torre,
al pie de su base,
erguida miro a sus almenas.
Siento vibrar bajo mis pies
marmolea y dura su pared,

Toque de arrebato vocea su campana.
Tiembla el suelo y su estructura.
Arranca sus pilares y se aleja.
Pierdo la mirada de su atalaya
y lo encuentro escondido en su muralla.

     Cómplice tregua,  muda se desliza.
      Bandera blanca, pupilo de mi vida.

     Sobre la piedra madre que le elevó,
    se apoya en un abrazo conciliador.



Os puedo asegurar que con mi niña es otro cantar.

Besos de armisticio.